Primer TP de Taller Docente y Teoría del Currículum y Didáctica.
Abramos signos de interrogación
¿?
Desde el principio de los tiempos el ser humano se ha hecho preguntas. Algunas se han podido contestar, y otras son todo un misterio (preguntas retóricas).
Hoy, se han dado cuenta que, cuando escribimos “informalmente”, no abrimos signo de interrogación? Se han dado cuenta que, los jóvenes, para escribir más rápido con las nuevas tecnologías, no abren signos de interrogación?
A veces suelo pensar que el intercambio de otros idiomas, principalmente en Inglés han hecho este cambio gramatical en el uso del idioma castellano.
Uso mi título a modo de metáfora.
Abramos, usando su etimología del latín “aperire” que significa abrir, descubrir. Signos, con su raíz primitiva refiriéndose a “extraer” algo de una cosa mayor, como la hoja de un árbol. Por último, interrogación, palabra compuesta por inter (del medio) y rogare (preguntar), la búsqueda de la verdad por medio de preguntas.
Entonces abramos signos de interrogación.
Los niños desde pequeños formulan preguntas. Muchas preguntas.
No les importa el qué, cómo, cuándo, dónde, por qué, para qué, quienes, quién y mucho menos si podemos contestarlas. Sólo quieren preguntar para poder saber la verdad de aquellas cosas que están descubriendo.
Creo, personalmente, que uno de los mejores ejercicios para despertar su curiosidad es leerles cuentos. Y no sorprenderlos cuando, una vez leído “El Gato con Botas” pregunten ¿para qué el Gato con Botas quería las Botas? Me he hecho esta pregunta. O extrañados pregunten, después de leer Peter Pan, ¿existen las hadas?
Y lo que pasa cuando no estamos preparados para poder responder a esas preguntas: ¿Cómo nacen los bebés? O peor… ¿por donde nacen los bebés? Debe de ser la pregunta más vergonzosa de responder para algunos padres y/o docentes. Y considero de suma importancia decir la verdad. Nada de cigüeñas ni repollos.
Son sólo meros ejemplos. No se me ocurren en este momento la infinidad de preguntas que podría hacer un niño referidas a un cuento, un hecho, una palabra.
La verdad implica conocimientos acerca de un tema. Para enseñar se necesita aprender. ¿Recuerdan la palabra interrogar como búsqueda de la verdad?
Demanda una lectura previa sobre un tema específico. Los niños no se conformarán con sólo una oración como respuesta. Querrán más.
He notado que, alrededor de los 9 años, estas preguntas se terminan. Los niños dejan de producir preguntas y ni hablemos de los adultos. Dónde la vergüenza y, quizás, interiormente, la censura hacen que queden dudas sobre un tema.
Paulo Freire en su Primera Carta[1] dice “El aprendizaje del educador al educar se verifica en la medida en que el educador humilde y abierto se encuentre permanentemente disponible para repensar lo pensado, revisar posiciones; en que busca involucrarse con la curiosidad del alumno y los diferentes caminos y senderos que ella lo hace recorrer. Algunos de esos caminos y algunos de esos senderos que a veces recorre la curiosidad casi virgen de los alumnos están cargados de de sugerencias, de preguntas que el educador nunca había pensado antes.”
Freire advierte un educador abierto, donde los alumnos puedan expresar su curiosidad, sin sentirse censurados.
Me refiero a educador como “la persona que enseña”, que puede ser un docente, familiares, amigos, un libro, un programa de TV educativo/informativo. Y a alumno como la persona que aprende, un alumno puede ser también un docente.
La censura u omisión de las preguntas de los alumnos, nos llevan a dejar de preguntar, no así de sentir curiosidad. Cuando el educador censura la pregunta, diciendo que está mal o “esas cosas no se preguntan”, el alumno dejará de preguntar por el hecho de que su pregunta fue incorrecta. En el caso de la omisión, donde el docente “hace uqe no escucha” su pregunta, el alumno se sentirá ignorado.
Ambos casos se suelen dar mayormente en los sistemas educativos, por docentes sin interés de responder o con una educación estructurada que no les permite aprender de las preguntas o sorprenderse de las cosas que los alumnos pueden llegar a ver y ellos, los profesores, no.
María Saleme dice[1] “Si un peón de ajedrez no sabe que puede neutralizar al rey, no lo jaquea. Un docente con oficio de peón de la cultura no domina estrategias de conocimiento, si bien el terreno concreto de su acción resuelve pragmáticamente situaciones. No enseña más que lo que se le enseña tal como lo aprendió. No toca la raíz problemática de su campo. Si estuviera preparado para hacerse preguntas en lugar de perseguir respuestas, podría interpelar al objeto de conocimiento y al conocimiento mismo en tanto éste es objeto de conocimiento, sin abandonar por ello la tarea específica, ni la condición decente.”
El preguntar nos lleva a tener un conocimiento más acertado, a darnos cuenta que estamos comprendiendo, y si no comprendemos, volver a preguntar para no quedarnos con la duda. Que los alumnos pregunten, hace que el docente denote que el alumno está interesado, que está pensando y le permite al profesor repensar y releer sus métodos de enseñanza, por ejemplo.
Habría que replantear esta situación de curiosidad[2] y aprender de los alumnos, acompañarlos en el aprendizaje y despertar su interés[3], y que éste sea permanente. Ayudarlos a descubrir el mundo y lo fantástico que puede llegar a ser.
[1] Cartas a quién pretende enseñar, Editorial SXXI, página 28
[1] Desires, Editorial Narvaja, Córdoba 1997, página 68.
[2] Significado: Deseo de conocer lo que no se sabe/ Deseo de conocer lo que no nos concierne/ Cosa curiosa, interés.
[3] Significado: Curiosidad que una persona o cosa despierta sobre alguien/ Atención que se pone a algo.
1 comentarios:
Aprobé este trabajo ^^.
Sinceramente pensé que no me lo aprobaría la profe.
Yo misma no lo hubiera hecho. No estaba satisfecha con lo escrito y no sabía si, finalmente, tenía algún sentido :S.
Pero ya tá. Ya veré que pasa con los próximos. =D
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